desacurrucándose



Levantarse es una buena opción siempre y cuando se nos permita desperezarse. Que la lucha contra las lagañas no sea violenta, más bien una negociación. Tomar conciencia de cada parte del cuerpo, sobre todo de los pulmones: sí, exactamente, respirar hondo.
Mentalizarse que ahora la temperatura es otra, que las texturas de las imágenes son otras, que la densidad del aire es otra. Yo soy otra. Usted es otro. Claro, la realidad es otra.
Ya levantado, con la sangre acomodada y las articulaciones frescas, disfrute un poquito del silencio. El buen día se dice con la mirada, con la sonrisa todavía adormilada. No pronuncie palabra que la lengua es algo vaga y a la mañana suele ser torpe.
En cambio, disfrute de los pequeños sonidos creados por la puerta de la alacena que se abre y se cierra, por el fuego calentando la pava, por el cajón desentrañando las cucharas. En todo el día los oídos no estarán tan relajados.
Y respire. Respire el olor del matecito, el olor de las tostadas, el olor del día a estrenar.

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